Obra teatral Calisto, en Madrid
Estimados celestinistas,
Aprovechando que estoy en Madrid he visto la obra teatral "Calisto, historia de un personaje." Se puede ver hasta el 1 de julio en el teatro Pradillo de Madrid. También se podrá ver durante el verano en los festivales de teatro de Alcalá de Henares y de Almagro.
Básicamente es un "monólogo" del personaje de Calisto, que esquizofrénicamente "dialoga" con el actor que lo está interpretando. Calisto y su actor nos narran las aventuras de varias compañías de teatr que representan una supuesta versión teatral de La Celestina ante el Papa Alejandro. También nos narran cómo una compañía veneciana de comedia dell'art transforma La Celestina en una comedia de enredo, que representan en Francia e Inglaterra. Allí servirá de inspiración para el personaje de Romeo.
Sentado frente a un fondo negro, con la cabeza rapada al cero, con una larguísima capa gris que delimita el círculo de luz, el actor Alvaro Lavín utiliza una carrasposa voz de poseso para Calisto, y su voz natural cuando es el actor mismo el que habla. Dado el carácter "dramatizado" del monólogo, Lavín adopta también otras voces --algunas en italiano/latín macarrónico-- para narrar simpáticas peripecias. Su uso de las manos es excelente para caracterizar a los personajes. Me hizo pensar en cómo serían en el XVI las lecturas a varias voces de La Celestina.
A pesar del planteamiento de base unamuniano-pirandeliano, el tono de la obra es picaresco, y todo el público nos reímos mucho. Las peripecias en Italia parecen sacadas de la Lozana Andaluza --la corte del Papa Alejandro no tiene desperdicio. Escénicamente me recordó mucho al monólogo del Lazarillo que hace unos años el Brujo llevó con gran éxito por los escenarios españoles.
El mayor defecto en mi opinión es que el personaje de Calisto no cumple en absoluto con el decorum. Además de su carácter de quasi - pícaro, es a la vez un personaje byroniano, un anacrónico defensor la libertad --sobre todo la sexual--, y un enemigo acérrimo de la censura y la Inquisición.
A pesar de las muchas inexactitudes históricas y literarias, el virtuosismo del actor consiguió hacerme pasar una hora agradable y fantasear sobre lo que podría haber ocurrido si, efectivamente, La Celestina se hubiera llevado a escena en el XVI y en el XVII.
Si alguien quiere más información, que me escriba, y le contestaré desde alguno de los innumerables cibercafés que inundan Madrid este año.
Enrique Fernández Rivera University of Manitoba
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